El hombre de la guadaña y el reloj de arena
paseaba ayer por tus cuadros.
Hoy tiñe de tinta la nieve de mis huellas
con el lento y pesado caminar de su túnica negra.
Tus visiones turban mis sueños, viejo Theo.
Me duele amarte.
¿No eras tú quien debía sesgar el filo helado
que se pasea cada noche
por las oscuras sendas de mi corazón?
1 comentario:
La muerte con vestido de mujer pasea en la noche eterna de ojos vacíos, perpetuos, sus cabellos rojos se mecen en el silencio de las sombras y ríe con las palmas abiertas mostrando sus marcas de violinista.
Newland la vio caer desde lo alto de la ladera y pensó que era su Ileana que pendía.
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